Ha pasado casi un año desde que las palabras “COVID” y “coronavirus” se han vuelto parte del lenguaje diario.
Quisiera explayar en las siguientes líneas algunas ideas referentes a los conceptos que están en el título de este Post.
Comencemos con la ciencia. Si bien, al igual que otros conceptos pueden tener definiciones más o menos complejas, una definición simple de “Ciencia” es: Rama del saber humano constituida por el conjunto de conocimientos objetivos y verificables sobre una materia determinada que son obtenidos mediante la observación y la experimentación.
Vale la pena preguntarnos ¿Qué sabemos realmente con certeza sobre el COVID-19? Partamos por una de las preguntas más frecuentes. ¿Funcionan las cuarentenas? O en términos más generales, ¿funciona cualquier medida gubernamental que limite la libertad de reunión y/o libertad de desplazamientos de los ciudadanos? Recordemos que ambas libertades están garantizadas por la mayoría de las constituciones de los países del mundo (tal vez por todas). Es decir, probablemente todos los países que han implementado restricciones de reunión y/o desplazamientos de sus habitantes, se encuentran sí o sí en un “Estado de Excepción” constitucional.
¿Existe evidencia científica de que estas medidas tienen el resultado esperado de disminuir la cantidad de muertos en la población?
Veamos los datos. Un ejemplo interesante es el de Estados Unidos. Dado que cada Estado dentro del país puede tomar decisiones distintas con respecto a las restricciones a la población, pero a su vez, en términos generales, las pirámides poblacionales y la infraestructura hospitalaria de los distintos estados son relativamente similares, se debería esperar que Estados que tomaron medidas más restrictivas, hubieran logrado evitar muertes, sobre todos comparados con Estados limítrofes.
Es evidente que los Estados que fueron más restrictivos, no han logrado evitar muertes, al compararse con los estados adyacentes. De hecho, en la siguiente imagen se incluyen aún más Estados y no se ve ninguna correlación entre los que tomaron medidas que restringen las libertades individuales y aquellos que no.
Si vamos al caso de Latinoamérica, nos encontramos con una situación similar. Argentina, uno de los países con la cuarentena más estricta y larga del mundo (tal vez la más extensa) tiene peores números de muertos por millón de habitantes que la mayoría de los países del mundo. Según https://www.worldometers.info/coronavirus/ al momento de escribir este post (30 de diciembre de 2020), Argentina está en el lugar 19 del mundo en términos de mayor cantidad de muertos por millón de habitantes debido a Covid-19, sobrepasando por ejemplo a países como Suecia y Brasil, cuyos gobernantes no han impuesto cuarentenas a la población.
¿Estoy diciendo con esto que todos se deben exponer al virus y hacer vida normal? No. Es evidente que este es un virus que puede matar a muchas personas, sobre todo aquellas de mayor edad y/o que tienen alguna condición de comorbilidad. No quiero entrar en detalle en este tema, en el cual profundicé mucho en este POST: https://edustekel.com/analisis-y-estrategia-para-enfrentar-coronavirus-covid-19-en-chile/. Lo que sí estoy diciendo de que no existe ninguna evidencia, y menos que esta sea evidencia científica e irrefutable, de que tomar medidas que limiten la libertad de deplazamiento y/o reunión de la población tengan algún efecto en la disminución de muertos por COVID-19. Eso es evidente.
Es más, incluso se podría argumentar el caso opuesto. Según el siguiente artículo https://www.nature.com/articles/s41598-020-77093-z publicado el 19 de noviembre de 2020, existe evidencia de que las personas con deficiencias de Vitamina-D tienen mayor probabilidad de fallecer por COVID-19: “The fatality rate was high in vitamin D deficient (21% vs 3.1%)”. Es un hecho conocido de que el cuerpo humano sintetiza la vitamina-D gracias a la exposición solar. Existen suplementos de vitamina-D que se pueden consumir vía oral y a su vez hay un cierto nivel de debate científico sobre si la calidad y efectividad de la vitamina-D consumida en “píldoras” tiene la misma calidad que la que el cuerpo humano sintetiza con la exposición al sol. Sin entrar en mucho detalle con respecto a esto último, no recuerdo ningún político, persona vinculada al sistema de salud, colegio médico, etc. que haya sugerido a la población medir sus niveles de vitamina-D e intentar incrementar sus niveles vitamina-D ya sea en píldoras o vía exposición solar en caso de tener una deficiencia. Es más, si a una persona la obligaron a quedarse en su departamento con orientación “sur” en Santiago de Chile durante los meses de invierno debido a la “cuarentena”, es muy probable que la misma medida del Estado no solo le quitó sus libertades de desplazamiento y reunión, sino que además debilitó su sistema inmune al privarlo de la exposición al sol y por lo tanto de sintetizar vitamina-D en forma natural. Paradójicamente, las personas en la siguiente imagen es probable que están haciendo mucho más por su salud que aquellas que se mantienen en cuarentena encerradas en su departamento, sin luz solar.

Nos han hecho creer que las restricciones de desplazamiento y reunión son la solución, cuando la evidencia parece indicar que son el problema.
Vamos al segundo concepto, el “contrato social” cuyo documento más representativo es la Constitución de cada país. Nos han quitado derechos constitucionales tan básicos como el libre desplazamiento (salir a caminar por la calle un domingo por la tarde) con una excusa que es simplemente falsa. Repito, no existe ninguna evidencia científica de que limitar el libre desplazamiento de la población disminuya la cantidad de muertos por Covid-19. Si hay algo que realmente no puedo entender, es que una parte importante de la población ha preferido que le quiten sus derechos más básicos (porque hay derechos más básicos que otros) creyendo en algo que no se puede catalogar de otra forma que una MENTIRA. No existe evidencia de que las cuarentenas salven vidas. La excusa en términos constitucionales es que con el fin de resguardar un derecho constitucional (derecho a la atención de salud) se limita otro derecho (el derecho al libre desplazamiento). Lo sorprendente es que en ninguno de los lugares en donde NO se restringió la libertad de desplazamiento, los sistemas de salud se vieron sobrepasados.
Los defensores de las cuarentenas me van a hablar seguramente del caso de Nueva Zelanda, país donde prácticamente no hay casos de Covid-19. Es un caso particular, es una isla, tiene limitada a su población a prácticamente no entrar o salir de la misma. Es evidente que NINGÚN otro país del mundo occidental, haya aplicado las medidas que hayan aplicado, ha estado ni siquiera cerca de lograr “erradicar” el Covid-19 de su territorio como lo hizo Nueva Zelanda. No lo logró Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Dinamarca, España, Argentina, básicamente ningún país del mundo, con excepción de Nueva Zelanda.
Pero seamos “abogados del diablo”. Entremos en el siguiente debate. Supongamos que efectivamente la limitación de libertad de desplazamiento redujera la cantidad de muertes por millón de habitantes en donde se haya aplicado (cosa que ya desmentimos en los párrafos precedentes). ¿Sería razón suficiente para quitarnos el derecho al libre desplazamiento? Se argumenta que cuando una persona sale a la calle, no solo se pone en riesgo a si misma, sino que al resto de la población. Pero ¿no sería entonces lo mismo aplicable a manejar un automóvil en una carretera urbana durante 30 minutos para ir a saludar a un amigo? Los accidentes en las autopistas urbanas son en su mayoría por “alcance” y por lo tanto están involucrados 2 o más vehículos. Bajo la misma lógica que se utiliza para aplicar la restricción de desplazamiento (orden de quedarse en casa incluso para personas que están sanas), debería existir una restricción en donde uno sólo puede usar la autopista para cosas esenciales, ya que en caso contrario, estamos exponiendo a otros automovilistas a un riesgo innecesario.
Vayamos aún más lejos. ¿Puede una persona “elegir” arriesgarse a morir? Supongamos una persona de 75 años.

En la tabla anterior se puede ver que “en promedio”, una persona que hoy tiene exactamente 75 años en EE.UU. tiene una esperanza de vida de 11.7 años más. Esto obviamente no quiere decir que todos los que tienen hoy 75 años vivirán hasta los 86.7 años. Algunos vivirán más, otros menos, pero en promedio vivirán hasta los 86.7 años. Según la siguiente tabla, las probabilidades de morir por COVID-19 de una persona de 75 años son aproximadamente un 8%.

Yo me pregunto ¿Por qué no puede ser decisión de ese viejito arriesgar su vida para ir a visitar a sus nietos? ¿Por qué el Estado debe decidir por él? Deben existir muchísimas personas de 75 años con enfermedades terminales como cáncer u otras a las cuales los médicos le pronostican no más de 3 años de vida. Si a esa persona le dicen que si se contagia de Covid-19, tiene un 8% de probabilidades de morir (según la tabla anterior), ustedes creen que ¿tomaría el riesgo? o ¿perdería el 33% (1 año de los 3 que le quedan) de tiempo de vida de poder acariciar a sus nietos? ¿Dónde queda la libertad de elección? A veces pareciera ser que nos olvidamos de que todo el tiempo tomamos decisiones que ponen en riesgo nuestra salud. Sin ir muy lejos, en Chile mueren al año aproximadamente 11.800 personas por causas relacionados con el tabaquismo (Fuente: https://www.uchile.cl/noticias/131976/tabaquismo-provoca-casi-11-mil-muertes-al-ano-en-chile) y 12.000 personas por causas relacionadas a la obesidad (Fuente: https://www.diarioconcepcion.cl/editorial/2018/02/14/la-preocupante-realidad-de-las-muertes-por-obesidad-en-chile.html ). Estos números son TODOS los años, no solo el año 2020. Para tener un contexto, el exceso de muertos por cualquier causa en el año 2020 en Chile comparado con un año 2020 “normal” estará entre 15.000 y 16.000 personas, la mayoría de las cuales son atribuibles a COVID-19 (fuente: https://github.com/MinCiencia/Datos-COVID19/tree/master/output/producto32). Las personas que fuman o son obesas decidieron tomar riesgos: seguir fumando, comer más de lo necesario y/o tener una vida sedentaria. El Estado puede (y es debatible si es su deber) incentivar a las personas a dejar de fumar, incentivar a las personas a hacer deporte y a comer saludablemente. Pero ¿debería el Estado prohibir el tabaco, limitar las raciones semanales de comida chatarra, obligar a sus ciudadanos a hacer ejercicio 3 veces por semana? Todas estas nos parecen preguntas estúpidas, pero su correlación con la probabilidad de morir es exactamente igual a la pregunta acerca de si el viejito de 75 años debiera poder elegir arriesgar su vida para visitar a su nieto, darle un beso en la mejilla y acariciarle la cara. Probablemente algunos viejitos se arriesgarían, otros no. Ahí está la magia de la libertad, la libertad de elegir qué hacer con nuestra vida. A veces me parece que las personas olvidan que muchos de nuestros antepasados lucharon y algunos dieron sus vidas por derechos mucho más simples que los que se piden hoy en día (como educación universitaria gratuita). Simplemente querían el derecho de poder caminar tranquilamente por la calle un domingo por la tarde. Ese derecho tan básico se lo hemos quitado a millones de chilenos, no por una semana o un mes, por prácticamente un año completo.
Es en este momento cuando las personas con que discuto este tema me dicen, “es que al salir a la calle no estás solo arriesgando tu vida, estás arriesgando la vida de otra persona”, generalmente acompañado con “y eso es egoísmo”. Si bien demostré en los primeros párrafos de que eso no es real según la evidencia con que contamos hasta hoy, sigamos siendo “abogados del diablo” y asumamos nuevamente que eso es cierto, que limitar el libre desplazamiento realmente podría disminuir la cantidad de muertos por millón de habitantes. Esa supuesta “otra persona”, ¿no tiene acaso el derecho de quedarse en su casa encerrado por todos los meses que quiera hasta que el riesgo haya desaparecido? De hecho, si las personas que estamos dispuestas a arriesgarnos (algunos más, otros menos) nos contagiamos más rápido, en forma más rápida se logra la anhelada inmunidad de rebaño que protegerá a los más vulnerables. Claro, algunos querrán esperar otro año más hasta que una gran mayoría de la población esté vacunada. Pero sería decisión de cada uno, no una imposición del Estado.
Vamos al siguiente tema: Censura. Probablemente algunos de los que han leído hasta acá creen que estoy hablando estupideces y probablemente otros le encuentran sentido a lo que estoy diciendo. Algunos probablemente consideran que algunas cosas que digo están bien, y otras están mal. Seguramente hay de todo. Tengo la esperanza de que al menos la mayoría de las personas que leen lo que escribo piensen que, aunque pueda estar equivocado, estoy diciendo lo que pienso y que lo estoy haciendo con una buena intención. Lo que probablemente ninguno de los lectores sepa es que si yo publicara el mismo contenido de este post en un video de Youtube, este probablemente sería censurado; es decir, el video borrado de la plataforma. Si no me creen, lean las políticas de Youtube con respecto a videos que muestran información sobre el COVID-19 en https://support.google.com/youtube/answer/9891785?hl=en . Si no quieren leer todo, pueden ir directamente a donde dice que Youtube no permite subir “Content that disputes the efficacy of local health authorities’ or WHO’s guidance on physical distancing or self-isolation measures to reduce transmission of COVID-19“, (traducido es: Contenido que cuestione la eficacia de las directrices de las autoridades sanitarias locales (es decir, Estado de Chile) o de la OMS sobre medidas de distanciamiento físico o autoaislamiento para reducir la transmisión de COVID-19) es decir, exactamente lo que yo estoy contradiciendo con evidencia en mano. Algunos dirán: “Youtube está en el derecho de hacer lo que quiera en su plataforma y por lo tanto, de censurar lo que quiera”. Yo estoy de acuerdo con eso, con excepción de un aspecto muy importante, el cual explico en el siguiente párrafo.
Youtube y otras plataformas donde los usuarios podemos compartir opiniones y contenidos como Twitter, Facebook y más, están protegidas por la legislación estadounidense gracias a la (hoy famosa) sección 230 de la Ley de Comunicaciones de EE.UU. Si lo quiere buscar en Google para profundizar sobre el tema, busque: “Section 230 of the Communications Decency Act”. Esta sección dice básicamente que la plataforma (Youtube en este caso) NO es responsable del contenido que se comparte en ella. Esta legislación permitió a estas empresas crecer sin recibir miles o millones de demandas de difamación, extorsión y un largo etcétera de las cuales podrían haber sido objeto si les cargaban a ellas la responsabilidad de lo que los usuarios han posteado en los últimos 20 años. Hasta aquí todo bien. Yo creo, de hecho, que la sección 230 es correcta en su objetivo; sin ella hubiese sido imposible que Internet se desarrolle de la forma en que lo ha hecho, con todos los beneficios que nos ha traído a la sociedad. Pero vamos un poco más al detalle de la sección 230. La sección 230 NO protege a un periódico que publique información falsa en Internet, ya que el periódico tiene una editorial que filtra el contenido y por lo tanto es responsable de lo que publica. Entonces, donde hay una inconsistencia, es que Youtube está comportándose como un periódico (censurando cualquier información que no esté alineada con la información oficial del Estado con respecto al COVID-19), pero aprovechando, al mismo tiempo, la protección que le da la sección 230. Quiero hacer notar que no todo es blanco o negro, estamos navegando en un tema que tiene evidentemente varios tonos de grises. En este post yo NO estoy haciendo un llamado a la violencia ni tampoco estoy haciendo un ataque a un grupo de la población por su condición religiosa o sexual, publicaciones que en un Estado de Derecho son completamente repudiables y que creo que si deben ser censuradas de estas plataformas. Yo estoy planteando un punto de vista, el cual es defendido si no es por la mayoría, por una parte MUY relevante de la población, ya sea 20%, 30%, 40% de ella. No estoy hablando “estupideces” o al menos eso creo.
Ahora bien, como creo que en el libre mercado, soy más bien optimista. El problema anterior de la censura en plataformas como Youtube se solucionará, finalmente, gracias a el mercado. Pero eso será en el largo plazo, puede tomar varios años. Plataformas como Rumble (simil de Youtube) o Parler (simil de Twitter) han multiplicado varias veces la cantidad de visitas en los últimos meses, principalmente por personas que queremos acceder a todas las versiones de la información y no solo a la versión oficial del gobierno. En las siguientes imágenes obtenidas desde https://www.similarweb.com/ se puede ver como Rumble pasó de 1.500.000 visitas mensuales en agosto de 2020 a más de 60.000.000 de visitas en noviembre de 2020. En el caso de Parler, pasó de menos de 10.000.000 a más de 30.000.000.


Sin embargo, el problema es que estos cambios en las conductas de las personas toman varios años. La famosa cadena de tiendas Sears no desapareció de un día a otro. Amazon no pasó a ser el principal retail del mundo en 1, 5 o 10 años, se demoró 20 años. El sitio Similarweb.com permite comparar las visitas a dos sitios web. Si comparamos Youtube con Rumble, las 60 millones de visitas mensuales de Rumble aparecen aplastadas en el eje X del siguiente gráfico (no creo que sea necesario explicar que la línea naranja es Youtube, y la azul es Rumble). Las 60.000.000 millones de visitas mensuales de Rumble de Noviembre de 2020 no son nada comparadas a las 34.595.000.000 (si, treinta y cuatro mil quinientos noventa y cinco millones) visitas a Youtube. Cada persona del mundo visita en promedio unas 6 veces al mes Youtube.

Por lo tanto, en el corto plazo, digamos próximos 5 años probablemente, las personas que pensamos distinto a la versión oficial, al menos en lo referente al COVID-19, evidentemente tendremos una exposición muchísimo menor. Espero que personas como yo podamos, al menos, publicar nuestras opiniones en Blogs como este.
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